martes, 26 de marzo de 2013

Los árboles de La Argentina Blanca



Monday, February 25, 2013

Los árboles de La Argentina Blanca

En la década kirchnerista se ha consumado la mayor devastación de árboles de la historia argentina. Sólo en el año 2012, más de cuarenta millones de árboles han sido destrozados por topadoras y sus restos quemados para crear campos de soja con el apoyo entusiasta del gobierno nacional y los sectores más conservadores de la oposición anti-K. Esta hecatombe se suma a los restos de cientos de millones de árboles carbonizados en años previos. En el Chaco salteño, en el norte de Santiago del Estero y en las tierras bajas de Jujuy he visto cómo opera la destrucción del espacio de los agronegocios: mandando topadoras y matones con la actitud que Hollywood presenta como ficción en la película Avatar, donde topadoras seguidas de hombres armados destruyen árboles gigantescos y remueven a sus habitantes originarios a la fuerza por ser obstáculos para el maximización del lucro.
A pesar de ser la responsable política de no poner coto a la inmolación de millones de árboles, Cristina Kirchner declamó hace poco, con tono épico, que no vamos a tirar un sólo árbol. Y agregó: “Los árboles no se tocan, son sagrados”. Los árboles sólo podrán ser cortados “sobre mi cadáver”, remató, en la afirmación más surrealista que haya hecho en todo su mandato. Después de todo, Cristina ha sido todo este tiempo la conductora de una topadora gigantesca que arrasa con multitudes de árboles tan vastas que su inmolación deja columnas de fuego y humo que se pierden en el horizonte. También fue surrealista pero también emotivo el ensayo cargado de afecto por los árboles que Ricardo Foster, talentoso filósofo oficialista y miembro activo de Carta Abierta, escribió en estos días en Página/12. Allí Foster proclamó su "amor" incondicional por los árboles por su "bondad y lealtad" así como su "odio" hacia quienes los destruyen. Foster agregó: "Siento en ellos cómo brota lo esencial, lo que perdura, aquello que sortea la frivolidad de los portadores de falsa eternidad". 
La repentina pasión y amor por los árboles de Cristina y su vocero filosófico, claro está, fue generada por una coyuntura política particular: las protestas que generó en Buenos Aires la tala de algo más de cien árboles en la ciudad por parte de líder máximo del anti-kirchnerismo nacional, Mauricio Macri. Pero lo que define a estas intervenciones fuertemente emocionales en contra de la destrucción de los árboles no es tanto su obvio oportunismo sino la forma en que su notable selectividad por defender ciertos árboles, y no otros, expresa una geografía afectiva particular, definitoria de lo que propongo llamar La Argentina Blanca. Esta es una categoría compleja, evasiva, que es importante analizar justamente porque la blanquitud y sobre todo su naturalización en percepciones afectivas del espacio es uno de los grandes temas hechos invisibles y tabú en las narrativas dominantes de la Argentina. El viejo argumento, que ya no convence a nadie, de que “acá no hay problemas de racismo” es el mejor ejemplo de que La Argentina Blanca tiende a tener una actitud negadora de su propia existencia y de su racismo constituyente. Pero valga aclarar que no concibo a La Argentina Blanca como un objeto acotado reducible a la gente argentina que es “blanca” o descendiente de europeos. De la misma manera que hay argentinos rubios y de ojos celestes como Osvaldo Bayer que siempre han luchado contra La Argentina Blanca, hay argentinos con sangre indígena como el ex-gobernador de Salta Juan Carlos Romero que siempre han sido sus grandes defensores. La Argentina Blanca es un proyecto político-espacial y una postura espacial y afectiva que han sido definitorios de la historia nacional: el intento de hacer del país un lugar blanco y libre de indios-mestizos-negros, o por lo menos un lugar donde no se note demasiado que la mayoría de la nación es morocha. Este es un proyecto utópico y acosado por el vértigo (y sobre todo el asco) que le genera la imposibilidad de su realización ante la realidad de las multitudes con rasgos indígenas (“esos negros de mierda”), pero que ha definido a las elites nacionales desde las masacres de gauchos lideradas por Sarmiento en Cuyo y las masacres de indios lideradas por Roca y Victorica en Pampa-Patagonia y el Gran Chaco hace ya más de un siglo.
 La gran paradoja es que el kirchnerismo, montado del contra-poder popular constituido en las calles por la insurrección de 2001, ha sido el primer proyecto político desde Perón que le disputa poder, de igual a igual, al ala más reaccionaria y racista de La Argentina Blanca. De allí el profundo odio que el núcleo duro de La Argentina Blanca expresa por el “populismo zurdo” de La Yegua y por esos "negros de mierda" que la votan "por un plan y zapatillas". Ese es, sin duda, el gran mérito histórico del kirchnerismo: haber desafiado a los viejos dueños de la Argentina, que crearon su riqueza sobre el saqueo capitalista del "desierto". Pero la voluntad de Cristina de desafiar tiene claros límites. Aliándose con lo peor de los feudalismos provinciales, el kirchnerismo ha apretado el acelerador de la maquinaria destructiva con la que La Argentina Blanca, la misma que lideró las protestas de "el campo”, está arrasando con espacios mestizos-criollos-indígenas en zonas rurales. El que Cristina y Foster digan sentirse afectados y emocionados por la destrucción de árboles como si millones de árboles nunca hubieran sido destruidos por el modelo sojero que ambos promueven confirma algo importante, y que el ala izquierda del kirchnerismo (o lo que queda de ella) sólo puede seguir tolerando a su propio riesgo. Lo que el silenciamiento de la incineración de los árboles del norte hace transparente es cómo el gobierno ha abrazado como propio, con su retórica progre y sus planes sociales financiados con el saqueo rural, el proyecto espacial y afectivo de La Argentina Blanca: el hecho que no los afecte la devastación de millones y millones de árboles igualmente vivos y e igualmente nobles en nombre del progreso (siempre el progreso), pues esos árboles son sentidos como que no cuentan por ser parte de una geografía lejana al ideal europeo de La Agentina Blanca. Esas zonas pobres de árboles sin valor que alimentan, como hace un siglo, formas aceleradas de despojo capitalista.
Pero es necesario hurgar más detenidamente en los parámetros raciales y espaciales que se esconden detrás de los recientes llamados a inculcar un afecto con los árboles como seres nobles que son parte viva de nuestra tierra. Foster aclara de entrada que su “elogio y defensa de los árboles” está geográficamente delimitado. Su ensayo es un homenaje a “los árboles de Buenos Aires”: esto es, los árboles de La Argentina Blanca. Esta localización hace invisible esos otros árboles: los sacrificados en el altar del modelo extractivo kircherista. Macri, desde ya, cultiva exactamente la misma geografía afectiva y con la misma selectividad. El líder del PRO, puesto contra las cuerdas por meter motosierras en plena Avenida 9 de Julio, replicó que el gobierno nacional había destruido más árboles que él. Los árboles se volvieron, de repente, armas políticas incluso para un miembro de la elite de La Argentina Blanca. Siendo justamente la Gran Esperanza Blanca de la vieja guardia de La Argentina Blanca, claro está que Macri no se refería a esos millones de árboles devastados en tierras mestizas cuya destrucción él también apoya con entusiasmo (después de todo, el delfín del PRO en Salta es el “Rey de la Soja” Alfredo Olmedo, destructor de cientos de miles de hectáreas de árboles y feroz expropiador de tierras criollas e indígenas). Al igual que los árboles de Foster y Cristina, los ejemplares vegetales cuya destrucción Macri denunció están en la gran urbe de La Argentina Blanca: los que, según él, tiró abajo el gobierno nacional para hacer la exposición de Tecnópolis. Abanderada de una nueva causa, Cristina respondió con un gran despliegue, mostrando fotos satelitales del predio de Tecnópolis antes y después de la feria que “demostraban” que tal destrucción de árboles no había existido. Estos cruces verbales en defensa de los árboles están marcados por una misma mirada que está sesgada en su espacialidad. Esto nos muestra que Macri, Cristina y Foster comparten, a pesar de sus peleas, el mismo paradigma espacial y afectivo de una nación que está tan racializada que ni los árboles escapan a la obsesión no del todo conciente de hacer invisibles a los espacios indios-mestizos, como espacios que cuentan menos que aquellos celebrados por La Argentina Blanca. Dime qué tipos de árboles te preocupan y cuáles ignoras, y dónde está cada uno, y te diré quién eres.
Cristina agregó un detalle no menor sobre cuáles son las geografías del país donde los árboles tienen valor. Cuando dijo que los árboles son “sagrados”, aclaró “por lo menos aquí en El Calafate”. La Patagonia ha sido un espacio neurálgico en el proyecto de blanquear y por ende de-indianizar el espacio de la nación. Las elites nacionales siempre han hecho grandes esfuerzos por europeizar la Patagonia y hacerla parecer física y arquitectónicamente a los Alpes suizos o alemanes, como lo demuestra cualquier visita al centro de Bariloche, donde la estatua de Roca está rodeada de una arquitectura que remite a los Alpes. Y ello ha significado presentar a la numerosa población mapuche originaria de la Patagonia como “extranjeros chilenos”, como lo hace regularmente en La Nación Rolando Hanglin, uno de los voceros más desinhibidos del racismo de La Argentina Blanca. La inclusión de Cristina de los árboles patagónicos dentro de aquellos a los que sólo se podría talar “sobre mi cadáver” confirma cuál es, y dónde está, el tipo de árboles que ella nunca destruirá.   
Los centenares de millones de árboles igualmente argentinos que han sido hechos pedazos y siguen siendo devorados por la voracidad despiadada de “boom sojero” no cuentan para Cristina o Macri como realmente existentes porque no están en Buenos Aires o en la Patagonia sino en los espacios más mestizos e indígenas del territorio argentino: Santiago del Estero, Salta, Chaco, Formosa. Estos son reductos de las poblaciones rurales que descienden de aquellas personas que ocupaban el país antes de que llegaran los barcos huyendo de la miseria de Europa, y que ahora están siendo sometidas a un acelerado proceso de saqueo y expropiación. En la escala de valores de La Argentina Blanca, en estos lugares de calor, polvo y pieles oscuras el valor degradado de sus árboles es equivalente al valor degradado de sus gentes . Esos son árboles y personas que, como diría Jacques Ranciere, no cuentan: un conglomerado de maderas de algarrobos, quebrachos, palos borrachos y de carne de seres humanos wichí, criollos, tobas que conviven bajo una misma geografía desgarrada. Este amalgama humano-vegetal siempre ha sido mirado con desprecio y de reojo desde Buenos Aires, Rosario o El Calafate como esa zona exótica, extraña, distante, no-blanca de la Argentina.
Mientras en los centros de poder se cantan loas contra la destrucción de los árboles de La Argentina Blanca, todos los días miles de árboles en Santiago del Estero o Salta caen bajo las topadoras de quienes promulgan, como diría Foster, "la frivolidad de los portadores de falsa eternidad". Si estos árboles de piel oscura que son despojados de valor, nobleza y bondad sobrevivirán en el futuro, en espacios cada vez más reducidos, no será por la sensibilidad de las elites urbanas sino porque la gente que vive a su alrededor le pone el cuerpo, desde hace años y con crecientes formas de organización y solidaridad, a las topadoras y a los matones armados que los acechan. Y ellos saben mejor que nadie de qué lado está Cristina: defendiendo en público a los gobernadores de las provincias donde campesinos e indígenas son asesinados cada vez con mayor frecuencia, como si estuviéramos en esa Argentina despiadada de hace un siglo donde (como escribió Sarmiento) la sangre de gauchos e indios era barata y desechable: la época dorada del “granero del mundo” a la que La Argentina Blanca, esta vez de la mano de la soja, siempre sueña con volver.





lunes, 11 de marzo de 2013

Hacia donde vamos con los transgénicos???


http://www.jornada.unam.mx/2013/02/21/opinion/024a2pol
La Jornada (México), Jueves 21 de febrero de 2013Cuarenta aniversario de los transgénicos
Ignacio Chapela*
Este año, la transgénesis cumple 40. Son pocos años, si se considera que la manipulación transgénica (la introducción forzada de material genético de varios organismos diversos en otro que los recibe y los reproduce) es una intervención en la biología del planeta sin precedente en los miles de millones de años que ha existido la vida en esta, nuestra esquinita del cosmos.
Pero 40 años son muchos cuando se considera que esta intervención se ha visto distribuida sobre una superficie significativa del planeta. Los humanos hemos mantenido, en promedio, unos 100 millones de hectáreas de cultivos transgénicos cada año desde su primera comercialización oficial en 1996, concentradas principalmente en cinco países. Esto, sin contar liberaciones imprevistas. Lo interesante es que ahora contamos con datos de esta experiencia de 40 años para evaluar la transgénesis.
Algunos piensan que este “experimento” con el planeta demuestra de alguna manera la inocuidad de los transgénicos; argumentan que no ha habido evidencia de daño alguno asociado a la liberación o uso de estos organismos. Otros, como yo, consideran que nunca fue este un experimento, porque nunca hemos hecho lo mínimo necesario para que lo fuera, a saber: mantener controles y observar sistemáticamente los resultados. Los transgénicos se liberan al ambiente sin posibilidad de compararlos con algún control y sin etiquetar. ¡Ningún estudiante de secundaria pasaría la materia si cometiera el error de no incluir un control ni marcar los tubos en su experimento! Tal vez no tengamos un experimento, pero historia, sin embargo, sí tenemos.
Después de su primera generación en 1973, el doctor Paul Berg, junto con otros pioneros de la transgénesis, llamó a una reunión urgente en el centro vacacional de Asilomar, al sur de San Francisco, pidiendo a todos los científicos un periodo de reflexión sobre los posibles riesgos de la transgénesis. El riesgo más importante que ellos podían vislumbrar era el posible escape al ambiente de alguna bacteria con propiedades patogénicas aumentadas, como lo sería una resistencia a los antibióticos. Hoy sabemos que este riesgo se ha convertido en realidad: al muestrear seis de los ríos más importantes de China, un grupo de investigadores demostró que en todos ellos las poblaciones nativas de bacterias han incorporado ADN originado en laboratorios o en campos de cultivo río arriba. Además, las secuencias de ADN transgénico encontradas no son irrelevantes: las bacterias que las llevan se vuelven resistentes a antibióticos.
Esta es, en otras palabras, la demostración de que la peor pesadilla del doctor Berg es ahora una realidad ecológica innegable. Por si hiciera falta resaltar la importancia de este descubrimiento, hay que dejar en claro que sabemos ahora a ciencia cierta que los transgénicos no se quedan inmóviles en el sitio en el que se les libera, sino que se transfieren por mecanismos de transmisión “horizontal” de material genético de las plantas transgénicas a las bacterias de vida libre en el ambiente, de donde pueden continuar, ahora invisiblemente, dispersándose. El hecho de que las bacterias de vida libre desarrollen el fenotipo específico de la resistencia a los antibióticos significa además que estamos “armando,” a través de los transgénicos, a la próxima generación de bacterias patogénicas que encontraremos nosotros, nuestros animales y plantas cultivadas, sin las herramientas que el siglo XX nos dio para defendernos de sus infecciones. Hay que notar que la aparición de bacterias resistentes a los antibióticos es el tema que más preocupa a las instituciones de salud pública de todo el mundo en estos momentos.
El escape de los transgénicos por transmisión génica horizontal se añade a los documentados ejemplos de su escape a través de los mecanismos más conocidos de polinización y movimientos o intercambios de semillas. Sabemos, pues, que la liberación intencional o inadvertida de transgénicos al ambiente tiene consecuencias que van mucho más allá del campo de cultivo en el que se les introduce, y que esas consecuencias durarán muchísimo más tiempo del que pensábamos hace 40 años.
Sabemos más: en los últimos dos años hemos recibido información clara sobre las consecuencias del consumo de transgénicos. Sabemos que el material genético de los transgénicos (sobre todo el ARN) sobrevive a la digestión en el humano en suficientes cantidades como para tener un efecto importante en la salud de quien los consume. Hemos visto los resultados de estudios de alimentación en modelos animales como las ratas, gracias al trabajo de los equipos dirigidos por los doctores Pusztai en Escocia y recientemente de Séralini en Francia. A pesar de las campañas de descrédito en su contra, estos estudios continúan sin refutación científica, indicando que a mediano y largo plazos el consumo de transgénicos puede tener consecuencias importantes en la salud.
Sabemos también que los materiales transgénicos pueden tener comportamientos inesperados, como lo demuestran dos estudios recientes. Primero, una secuencia inusitada encontrada en la mayoría de las plantas transgénicas, el llamado “gen VI”, no sólo contribuye a la activación desmesurada de las regiones genómicas en que se encuentra, sino que también, soprendentemente, parece bloquear la capacidad de defensa de la planta –o cualquier otro organismo– ante ataques de virus. En otro estudio hemos aprendido que la introducción de ARN transgénico en las plantas que forman la dieta humana puede conferir regulación directa de ese ARN sobre los tejidos del humano a varios niveles, alterando su fisiología de maneras complejas. Debe notarse que una “nueva generación” de transgénicos propone el uso del tipo de ARN en cuestión, a través de los llamados ARN de interferencia.
Desde una perspectiva estrictamente biológica, los riesgos de la liberación de transgénicos al ambiente, que ya se podían vislumbrar hace 40 años, son ahora daños reales en la ecología del planeta: contaminación genética, generación de resistencias en malezas, plagas y patógenos, daños por el abuso de los pesticidas asociados, y muchos más. A ellos, la historia continúa agregándoles sorpresas inusitadas: la transferencia horizontal rampante, las alteraciones fisiológicas sutiles pero importantísimas debidas directamente al consumo de transgénicos, la emergencia de nuevas cepas de bacterias resistentes y de cultivos con nuevas susceptibilidades. Tenemos, sin duda, evidencia de prima facie para concluir que los transgénicos, en su 40 aniversario, merecen una nueva evaluación que confronte ya no los riesgos hipotéticos contra los beneficios a futuro, sino los daños demostrados contra las promesas incumplidas de rendimiento y seguridad.
* Profesor de la Universidad de California en Berkeley
http://soclaperu.wordpress.com/2013/02/23/httpwww-jornada-unam-mx20130221opinion024a2pol/

Quizás también le interese:
SALTA: Restringirían el agua a la minera Santa Rita
Universidad Nacional de Córdoba: cultivos transgénicos y ...

Maíz transgénico contamina maíz silvestre en Uruguay

TRANSGENICOS EN MI NEVERA

sábado, 9 de marzo de 2013

QUEREMOS SABER QUE COMEMOS!

Exigimos una Ley de etiquetado de Transgénicos.



Por qué es importante

La necesidad de etiquetado de los productos alimenticios de origen transgénicos aumenta en el mundo, así como aumenta la cantidad de productos que los contienen y el riesgo que generan para la salud y a los territorios y poblaciones en los que se producen.

Ya han adoptado legislaciones de etiquetado la Unión Europea, China, Australia, Japón, Noruega, Suiza, Arabia Saudita, Brasil entre otros. La ausencia de una legislación de etiquetado en la República Argentina hace que no se pueda distinguir entre un alimento que contenga transgénicos de uno que no lo contenga, restringiendo el acceso de estos últimos a los mercados, desalentando su producción e imposibilitando al consumidor a poder elegir contando con una información amplia, detallada y veraz que es una condición ineludible para ejercer la libertad de elección que garantiza nuestra constitución:

El artículo 42 de la Constitución Nacional, establece : "Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno.

Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios. La legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las asociaciones de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos de control"

Unite a la lucha en Facebook: Millones contra Monsanto
http://www.facebook.com/pages/Millones-contra-Monsanto/290999004340502
----------------------------------------------------
Mas Información:
Que son los Organismos Genéticamente Modificados (“OGM”)?
Son aquellos organismos vivos (vegetal o animal) en el que el material genético (ADN) ha sido alterado de manera artificial, confiriéndole una determinada característica o propiedad que no posee de manera natural. Esta definición engloba los transgénicos, pero no todos los OGM son transgénicos.

Que son los transgénicos?
Los transgénicos son organismos genéticamente modificados a los que se les ha añadido algún gen de “otra especie”.

Lista de Alimentos que contienen transgénicos en la Argentina http://www.facebook.com/photo.php?fbid=300333236740412&set=a.291001767673559.65305.290999004340502&type=3&theater

¿Qué dicen los científicos?
La Asociación Médica Británica, el Consejo Nacional de Investigación de los Estados Unidos y otras prestigiosas instituciones aconsejan prohibir el uso de transgénicos y sus productos y recomiendan se investigue sus impactos sobre la salud y el ambiente a largo plazo.
Un reciente estudio realizado en Francia (2012) con ratas expuestas a consumo de granos transgénicos en comparación con otro grupo que consumía granos orgánicos se comprobó que al cabo de dos años las ratas que comían transgénicos desarrollaban enormes tumores y morían prematuramente.
Más info en http://www.facebook.com/photo.php?fbid=304540889652980&set=a.291001767673559.65305.290999004340502&type=3&theater

¿Qué características poseen estos OMG?
Dos características predominan en los cultivos transgénicos comerciales actuales:
a) tolerancia a herbicidas principalmente, al glifosato. 73% de los cultivos son de este tipo, llamados ¨Round-Up Ready¨ (RR) por su tolerancia al herbicida ¨Round-Up¨ de la compañía MONSANTO.
b) la producción de toxinas plaguicidas (Bt). Estos cultivos plaguicidas cubren 18% del área sembrada con transgénicos. Otro 8% del área total está sembrada con cultivos transgénicos que tienen ambas características.

¿Quién produce los OMG? Cinco compañías transnacionales de la agro-biotecnología controlan el mercado: Dupont, Syngenta, Bayer, Dow y, en particular, MONSANTO que produce 91% de las semillas transgénicas sembradas en el mundo.

¿Por qué se producen los OMG? Se promueve el desarrollo de cultivos transgénicos con promesas de ayudar a resolver el problema del hambre y a lograr una agricultura libre de agrotóxicos. Pero la realidad es otra. Estudios demuestran que los transgénicos no rinden más que los cultivos naturales, son más contaminantes e introducen nuevos riesgos. El interés y razón de ser de cualquier compañía es obtener ganancias. Las corporaciones obtienen ingresos por las patentes sobre los transgénicos y a la vez ejercen un control sobre el sistema agro-alimentario mundial por controlar el insumo fundamental: las semillas.

¿Cuáles son sus riesgos?
El uso de transgénicos trae riesgos para la salud y para el ambiente, viola derechos ciudadanos, socava la soberanía alimentaria y consolida el control corporativo sobre el sistema agroalimentario mundial. Las transnacionales inventaron OMG resistentes a sus propios herbicidas. Como consecuencia, se aumenta el uso de herbicidas y, por ende, la contaminación del ambiente y de los alimentos.

Además de esta ley debemos exigir que no se apruebe la “Ley MONSANTO” que el Poder Ejecutivo Nacional promueve y que le otorgaría a MONSANTO el reconocimiento de las patentes sobre las semillas modificadas, consolidando su MONOPOLIO y poniendo en riesgo fatal a las semillas nativas que son el más importante patrimonio de los pueblos.

La liberación al ambiente de un transgénico puede provocar una serie de impactos ecosistémicos. Cuando los cultivos transgénicos polinizan los cultivos naturales, los contaminan genéticamente y crean semillas híbridas transgénicas que en este caso también deberían pagar regalías a Monsanto por el uso de su genética.

¿Cómo enfrentar la invasión de los transgénicos?
Defendiendo la soberanía alimentaria con la promoción y recuperación de prácticas y tecnologías tradicionales, que aseguren la conservación de la biodiversidad, la producción local y nacional.
Respetando la diversidad productiva y cultural (son más que conocidos los atentados contra los pueblos originarios y campesinos/as que son asesinados o expulsados de sus tierras).
La contaminación genética de cultivos tradicionales es IRREVERSIBLE, imposible de controlar y significa que toda su descendencia, se convertirá en transgénica y se perderán para siempre cultivos tradicionales y la opción y el derecho a consumir alimentos naturales. Por ello es primordial que tomemos conciencia respecto de la necesidad de fomentar la producción y el cuidado de cultivos tradicionales, orgánicos y libres de OGM o Transgénicos.
Debemos exigir leyes y regulaciones fuertes que garanticen la bioseguridad y los derechos a una agricultura y alimentación no-transgénica.
En salvaguarda del derecho a alimentos naturales, sanos, no-transgénicos para toda la población, debemos exigir al gobierno la etiqueta sobre que productos contienen y cuales no transgénicos.
Conjuntamente con la prohibición de liberar nuevos cultivos transgénicos y la reconsideración de los cultivos ya autorizados para revertir la situación actual, apuntando a la eliminación total de los cultivos transgénicos en todo el territorio Argentino.

Unite a la lucha en Facebook: Millones contra Monsanto
http://www.facebook.com/pages/Millones-contra-Monsanto/290999004340502
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...